Desde las cómicas disquisiciones de Tristam Shandy a sus lectores -en el siglo XVIII- hasta las mordaces observaciones del polémico escritor Salman Rushdie en Shame, o los comentarios filosóficos del 'mago' de John Fowles, la técnica narrativa no ha olvidado a sus receptores. Hay toda una estética que concede importancia primordial a la recepción crítica de una obra, porque con ella se fundamenta una teoría histórica y lingüística que se basa en la propia lectura. si el interlocutor en un diálogo es necesario para establecer la comunicación, también en la novela hace falta ese hipotético lector que, aunque idealizado, reciba todos nuestros esfuerzos pasados. La narración, pues, necesita saberse recibida como razón fundamental de ser; lo que no es tan necesario (y muchas veces no se hace, efectivamente) es dirigirse directamente al lector y comentar con él los actos creativos. Esto es algo que en la historia tradicional no suele acontecer, sino tan sólo en novelas tan especiales como Tristam Shandy, verdadera precursora de la novela 'moderna'. con la novela metafictiva más reciente se da un paso adelante y se tiende la mano al lector, utilizando todo un espectro de registros variables, que van desde la simpatía, la animosidad, o la 'falta de respeto' al receptor anónimo de la novela.